Tomado de su obra: Contra Celso (VII Libro)
Queriendo Celso probar , que nada tenemos nosotros, que nos haga superiores a ninguna secta, continúa de este modo: «Los Cristianos no pueden sufrir templos, altares, ni simulacros; en lo que se parecen a los Escitas, a los .Nómados, a los Seres y a los Persas: ni creen tampoco, que el oro, la plata, o el cobre pulimentado por mano del hombre , puedan hacerse un Dios. Pero ¿quien lo cree, sino es que sea algún insensato? Todos esos son dones consagrados a los Dioses, e imágenes de los Diosas Y si es que los Cristianos piensan, que las estatuas no es posible que sean imágenes de los Dioses , porque los Dioses son hechos muy diferentemente, se contradicen torpemente, puesto que enseñan que Dios formó al hombre a su imagen. Ni aquí paran; sino que niegan, que aquellos a quienes se erigen esas estatuas, sean Dioses; y pretenden que no son sino Demonios, y que un adorador del verdadero Dios , no puede sin hacerse criminal, tributar culto alguno a los Demonios."
Responderé a Celso, que para compararnos con los Escitas, con los Nómados, con los Seres y con los Persas, no basta que todos estos rehúsen los templos, los altares y las estatuas de los Dioses: era menester además , que lo hiciesen por las mismas razones que nosotros. Los discípulos de Zenón y de Epicuro se abstienen del adulterio; pero por motivos muy diferentes: los primeros, por amor al orden y a la justicia; los segundos, por el temor de las consecuencias, por su principio mismo, que es el amor al deleite al que perjudican los placeres indiscretos. Porque un Epicuréo se permitiría sin escrúpulo el adulterio, si estuviera seguro de que podría ocultar lo a todos aquellos, de cuyo resentimiento o desprecio debía estar receloso. Así que, todos esos pueblos rehúsan los ídolos, por adhesión a sus falsos dogmas, mas no por respeto a la Divinidad, y por no degradaría y prostituir su culto a los Demonios. Pero los Judíos y Cristianos miran con horror los templos y los ídolos, porque está escrito en su ley: No adorarás ni temerás sino al Señor tu Dios, ni servirás sino a el. No tendrás otros Dioses que a mí. No te formarás ningún ídolo o imagen, ya de lo que está en el cielo, o sombre la tierra, o en las aguas, con el fin de adornarla. (Deut,. 6. Mat. 4. Exod. 20.) Y así, primero sufrirán mil muertes, que manchar con la impiedad el culto puro que tributan al único verdadero Dios.
Es verdad que los Persas no tienen templos, pero adoran al sol y a las criaturas lo que nos está expresamente prohibido a nosotros. Por lo demás, no solamente es un crimen el adorar a los ídolos, y decirles votos; sino que también lo es el aparentarlo fingidamente, y dejarse arrastrar a los templos, por el ejemplo y autoridad de la muchedumbre, como hacen los Filósofos, los Discípulos de Aristóteles de Epicuro y de Demócrito. Su ejemplo contribuye a arrastrar y seducir también a otros, que creen sinceras las demostraciones de esos falsos Sabios.
Nosotros decimos también, que los simulacros no pueden ser imagen de Dios, y no por eso tememos incurrir en contradicción alguna, como Celso nos acusa. Porque jamás hemos dicho, que la imagen y semejanza de Dios se hallase en el hombre entero, sino solamente en el alma, que está dotada de razón, y formada por la virtud.
Celso nos acusa vigorosamente, porque no tributamos culto alguno a los Demonios. ¿Por ventura, dice, no acontece todo según la voluntad de Dios? ¿No lo arregla todo su providencia? Lo que hacen los Ángeles, los Demonios, o los Héroes, ¿no es conforme a la ley establecida por ese gran Dios? ¿No reciben de el su poder y su ministerio los Demonios? Luego el que tributa un culto a Dios, debe también tributarlo a los Demonios.
Muchas cosas había que examinar y refutar en esta objeción: pero nos contentaremos con decir, que Celso no conoce absolutamente la naturaleza de los Demonios, los cuales es cierto, que fueron criados en la inocencia y la santidad, pero se pervirtieron ellos mismos, revelándose contra su Criador. Por eso vemos que no se emplean sino en hacer mal. ¿Por qué, sino, los invocan los Mágicos, y los que usan de sortilegios? Y nosotros ¿no los arrojamos también todos los días de los cuerpos de los hombres, y aún de los animales?
Es falso que todo suceda por orden de Dios, y conforme a su ley, de lo contrario, todos los pecados y todos los crímenes dimanarían de Dios, y serian conformes al orden eterno. Cuando los hombres pecan, así como los Demonios, desobedecen a Dios, y siguen, no su ley, sino la ley del pecado, que es la frase de nuestras Escrituras. Es cierto que la divina Providencia se extiende a todo, y nada sucede sin su permiso; pero no se sigue de aquí, que todo suceda por orden de Dios y conforme a su ley.
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